martes, 17 de septiembre de 2013

(Re)componerte la vida.

A falta de perdón he decidido, al menos,
(re)componerte la vida.

Qué menos después de romperte el corazón, dirás,
pero no me cabes en el pecho
asique no hables de amor;
Nuestra historia siempre ha ido más allá,
verás...

Yo siempre he sido más de volar,
de levantarme pensando en A
y acostarme recordando a Z,
en cambio tú eres tan constante que podía,
sin mucho esfuerzo, saber en qué momento me pensabas:
cada noche, como si fueras una niña escribiendo su diario
-nunca solías fallar aunque te atragantases con mi cumpleaños-

Al final, no sé como lo hiciste,
no sé ni cómo aguantaste,
y mucho menos sé como quisiste, pero
lograste encerrarme en todos los puntos de tu brújula
y te convertiste en cada letra de mi abecedario.

Los sorprendimos a todos,
tú me aseguraste y yo..
yo te enloquecí aún más.
Fuimos la certeza de todos los refranes,
la tilde de la palabra alegría;
complementaste del todo mi vida
y yo hice lo mismo con tu día a día.

Inseparables, decían.
Inefable, sabíamos nosotras.

Pero el poema era demasiado bonito,
se destrozaron unos refranes para anudarse otros,
y fue el poeta quien decepcionó a la musa.

Soledad, tristeza, desolación,
impotencia, descontrol, decepción,
soledad, soledad, soledad, soledad, soledad, soledad...

Estoy tan sola sin ti que
desde mi habitación parece
que nunca sale el sol
-eras tú quien siempre quería abrir las persianas-
“Hay que airear la casa”, decías,
y yo te dejaba recorrerla entera
abriendo ventanas estratégicamente
porque solo tú sabías (y sabes)
dominarlo todo en su punto exacto;
y eso hacías con nosotras:
llevabas cada detalle a su momento
pero nunca era rutina, ni siquiera cálculo,
solo te dejabas llevar por la locura de amar(nos),
y bailábamos, cada noche..

Hoy Andrés Suárez podría hacer un disco solo con verme llorar
y tú podrías darme la vida volviendo a sonreír.

Vuelve.
Sonreír no es brillar si no es a quemarropa contigo,
el frío ya ni me afecta porque sé que no vendrás a calmarlo,
y mis manos viven en los bolsillos con miedo a salir
por si las tuyas no están para guiarnos.


Vuelve, nuestros hijos no existen sin ti.



(XI-IX-MMXIII)